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Taller de lectura y escritura.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Caramelos de durazno


En la sala amplia, atravesada por un tenue aroma a jazmín y una luz tibia que acentúa la calidez del piso de roble, como un susurro lejano se oye una Cantata de Bach.
En la pared beige del frente, una reproducción de Monet y en la lateral derecha cuelgan, en unos paneles de corcho, múltiples retratos fotográficos en los que la pose y la sonrisa son la constante de la serie.
La secretaria acomoda una pila de papeles y mira la computadora, tal vez está trabajando o jugando al candy crush.
Estoy cómodo en el sillón, me hundo en esa pana verde, tersa que me envuelve…podría dormir una siestecita.
-          ¿Qué caramelos compraste?
La pregunta intempestiva y el timbre que acaba de sonar en las antípodas de Bach me arrancan la posibilidad.
-          Los que me pediste, murmuro.
-          ¿Le preguntás, por favor, cuándo nos toca?
-          No seas impaciente, Mecha.
-          Pero entonces, ¿cómo se si tengo que comerlos ya?
-          Podés comer uno ahora y listo.
-          No, no es así.
Se me queda mirando, esperando. No se si levantarme a preguntar, si tratar de calmarla o si directamente me como los caramelos yo.
Evalúo en unas décimas de segundos qué será lo menos costoso, qué facturas puedo evitar, las ajenas y las propias, porque uno también tiene sus principios y tampoco puedo estar de acá para allá como un perro faldero. Algo de faldero igual me reconozco…especialmente en estos últimos meses.
-          Sres. Santibáñez, dice en voz alta la secretaria, el doctor los hace pasar en unos momentos. Si quiere puede comer algo dulce, así se puede detectar mejor el movimiento.
Salvado, pensé.
Busco entre aliviado y triunfante los caramelos en la mochila.
Ella elige uno de durazno. Comienza a comerlo. Callada, mirándome con una seriedad penetrante, fija. Parecería que tiene la cara partida entre lo duro de los ojos y el movimiento de la boca.
Momento pendular: no se si quedarme callado o comentar alguna nota banal de la revista de decoración que está en el revistero, o alguna de las fotos del panel, tan contentos, tan iguales. Mejor me callo.
O le pregunto si quiere otro caramelo.
-¿Querés…?
- Pará…¡tocá!
Toma mi mano y veloz la posa en su panza. Puedo sentir los pequeños golpes, suaves, casi rítmicos.
Mecha ha dejado atrás la escisión facial y ahora sus ojos brillantes sonríen, como los míos.


Claudia, septiembre.
                                                                                                                     

2 comentarios:

  1. Una linda viñeta,con descripciones ajustadas y un diálogo realista y en la piel del otro, pero más importante todavía, alegría porque lo hayas subido, esperamos tu vuelta al taller, fuerza.
    Saludos
    Riqui

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    1. Muchas gracias por el comentario y el aliento!
      Un beso,

      Claudia

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