El viento estaba demasiado frio para
esperar en la calle y el bar británico siempre le daba una buena excusa para
entrar. Lejos de ser un bufete de mesas con formica y comidas rápidas ofrecía
una mística penumbra, sillas y paredes de madera. Entrar en esa capsula del
tiempo era no solo un privilegio sino un mimo a los sentidos
Ricardo se sentó en una mesa
cualquiera y tomo todos los diarios; necesitaba paz; paz que no encontró en los
periódicos y noto que el tic de pasar sus manos peinando el escaso cabello
entrelargo había aumentado y trato de calmarse.
El mozo se acerco a levantar su orden
y le provocó un sobresalto.
Noto que en el bar había más personas.
Un hombre más o menos de su edad se
veía aun más nervioso que él, traje y corbata, un peinado impecable mirando su
reloj como si su tiempo fuera oro en polvo y estuviera muy alterado por
perderlo; ojeaba su agenda y transcribía cosas de una página a la otra… y
volvía a mirar su reloj.
Nada interesante.
En otra mesa doble, junto a la
columna se apiñaban tres adolecentes que pronto serian seis; no hacían más que
reírse a carcajada limpia leyendo y comentando los mensajes de sus teléfonos.
Los uniformes escolares y el horario denotaban que se estaban “rateando”
-
Que épocas- recordaba Ricardo con un centenar de fotos
instantáneas corriendo en su mente.
El mozo lo volvió a
estremecer al servirle el café que había pedido
-
Ahí pasa su ex – le dijo señalando al sujeto de la ventana
con el mentón- todas las mañanas se sienta en esa mesa para verla pasa- siguió
comentando el mozo buscando una charla que no iba a producirse- recuerdo cuando
venían juntos y todo era miel !pero! todo se acaba – sirvió el vaso de agua,
dio media vuelta y se fue.
Ricardo
atrajo el café hacia sí, probo el agua, abrió los sobres de azúcar.
De pronto
entro con paso firme un tipo joven de remera blanca y manga corta, mostro un
arma.
-
¡dame todo lo que tengas!
El mozo sin
ofrecer resistencia abrió la caja y entrego todo.
Las chicas
gritaron amuchándose y ocultando los celulares. El de la mesa de la ventana
hizo algún movimiento involuntario que nadie intento descifrar. El de la agenda
se quedo paralizado y Ricardo volvió a peinarse el pelo con las manos.
De golpe un
tipo de civil en el que nadie había reparado salto desde el fondo
-
¡alto, policía!- grito con un arma en las manos.
Dos disparos
se oyeron en uno, el del reloj cayo al piso en seco y los dos se fueron, uno
perseguido por el otro en la mañana fría y desaparecieron.
Natalia
26/8/2013
Interesante como comienzo. Creo que da para trabajarlo y ahondar en la visión de Ricardo, sobre sus propios problemas y en los personajes del bar. Que ve, que imagina.
ResponderBorrarY luego del hecho, ¿que sucede con el protagonista? ¿que pasa con su espera? Es como que tenes una punta para investigar en como lo transforma ( o puede que no, todo le chupa un huevo, podría ser otra forma), pero creo que algo tiene que pasar con él.
A partir de lo que Julio siempre dice: que es contar desde un detalle del cuadro general y eso ayuda a pintar mejor las cosas, tiro una idea cualquiera:
Por ahí es algo sobre el reloj, cuando lo ve al tipo con el reloj le pasa algo con eso, entonces cuando lo matan, Ricardo se lo lleva y se las toma...digo, no se, pero algo más debiera pasar
Saludos
Riqui