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Taller de lectura y escritura.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Un cuento

El viento estaba demasiado frio para esperar en la calle y el bar británico siempre le daba una buena excusa para entrar. Lejos de ser un bufete de mesas con formica y comidas rápidas ofrecía una mística penumbra, sillas y paredes de madera. Entrar en esa capsula del tiempo era no solo un privilegio sino un mimo a los sentidos
Ricardo se sentó en una mesa cualquiera y tomo todos los diarios; necesitaba paz; paz que no encontró en los periódicos y noto que el tic de pasar sus manos peinando el escaso cabello entrelargo había aumentado y trato de calmarse.
El mozo se acerco a levantar su orden y le provocó un sobresalto.
Noto que en el bar había más personas.
Un hombre más o menos de su edad se veía aun más nervioso que él, traje y corbata, un peinado impecable mirando su reloj como si su tiempo fuera oro en polvo y estuviera muy alterado por perderlo; ojeaba su agenda y transcribía cosas de una página a la otra… y volvía a mirar su reloj.
Nada interesante.
En otra mesa doble, junto a la columna se apiñaban tres adolecentes que pronto serian seis; no hacían más que reírse a carcajada limpia leyendo y comentando los mensajes de sus teléfonos. Los uniformes escolares y el horario denotaban que se estaban “rateando”
-         Que épocas- recordaba Ricardo con un centenar de fotos instantáneas corriendo en su mente.
El mozo lo volvió a estremecer al servirle el café que había pedido
-         Ahí pasa su ex – le dijo señalando al sujeto de la ventana con el mentón- todas las mañanas se sienta en esa mesa para verla pasa- siguió comentando el mozo buscando una charla que no iba a producirse- recuerdo cuando venían juntos y todo era miel !pero! todo se acaba – sirvió el vaso de agua, dio media vuelta y se fue.
Ricardo atrajo el café hacia sí, probo el agua, abrió los sobres de azúcar.
De pronto entro con paso firme un tipo joven de remera blanca y manga corta, mostro un arma.
-         ¡dame todo lo que tengas!
El mozo sin ofrecer resistencia abrió la caja y entrego todo.
Las chicas gritaron amuchándose y ocultando los celulares. El de la mesa de la ventana hizo algún movimiento involuntario que nadie intento descifrar. El de la agenda se quedo paralizado y Ricardo volvió a peinarse el pelo con las manos.
De golpe un tipo de civil en el que nadie había reparado salto desde el fondo
-         ¡alto, policía!- grito con un arma en las manos.
Dos disparos se oyeron en uno, el del reloj cayo al piso en seco y los dos se fueron, uno perseguido por el otro en la mañana fría y desaparecieron.

Natalia

26/8/2013

1 comentario:

  1. Interesante como comienzo. Creo que da para trabajarlo y ahondar en la visión de Ricardo, sobre sus propios problemas y en los personajes del bar. Que ve, que imagina.
    Y luego del hecho, ¿que sucede con el protagonista? ¿que pasa con su espera? Es como que tenes una punta para investigar en como lo transforma ( o puede que no, todo le chupa un huevo, podría ser otra forma), pero creo que algo tiene que pasar con él.

    A partir de lo que Julio siempre dice: que es contar desde un detalle del cuadro general y eso ayuda a pintar mejor las cosas, tiro una idea cualquiera:
    Por ahí es algo sobre el reloj, cuando lo ve al tipo con el reloj le pasa algo con eso, entonces cuando lo matan, Ricardo se lo lleva y se las toma...digo, no se, pero algo más debiera pasar

    Saludos
    Riqui

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