Máscaras, máscaras,
todos
somos títeres:
si
quisiéramos palpar
los
cordeles que nos traen
bastaría
con alzar las manos,
o
auscultarnos por dentro
para
sentir la garra que nos lleva.
Somos
todos marionetas:
marchitas
pantomimas de una farsa.
Espantapájaros
de paja y estropajo,
cartapestas
escapadas de una carroza de carnaval,
payasos
blancos de polainas y bastón.
Bailamos
los Augustos de nariz y tirador,
monigotes
de comparsa y mascarada.
Reímos
los bufones, farsantes majestuosos
de
corcho y de percal; fantoches de algodón,
rígidos
peleles incapaces de volar.
Frankensteins
sensibles de plástico y latón,
gozamos
la comedia, muñecos de papel,
tiesos
arlequines de goma y de satén,
pierrots
inexplicables que explican su dolor.
Si
nos cortan los piolines, si nos sacan el calor
de
la mano que nos trae,
rodaríamos
sobre la arena:
rotos,
desencajados
títeres
de
paja y de cartón
con
polainas y bastón
de
percal y de algodón
con
nariz y tirador
de
plástico y latón.
A
Llorar los bufones, a sufrir con la comedia
los
muñecos de papel,
tiesos
arlequines de goma y de satén,
pierrots
explicables que inexplican su dolor.
Muertos...
Máscaras,
máscaras, máscaras.
Me alegra mucho que hayas mandado un texto y me parece interesante que hayas tomado el riesgo de comenzar por uno poético, lenguaje del que solés decir que estás más distante.
ResponderBorrarA mí me encantan las máscaras, no en el sentido habitual del ocultamiento (que algunas veces es parcial), sino en el de la posibilidad de juego que abren a múltiples identidades, roles, posiciones (como las que se trastocan en el carnaval).
De todos modos, aquí la máscara se ve vacía, traída y dejada al placer o voluntad de un titiritero. Me parece que esa es la sensación o el mensaje más fuerte que me transmite: la de ser títeres de un otro. Igual creo que uno puede encontrar los hilos, y aunque sea un poquito girarlos y si por ejemplo es anarquista los rompe y chau.