Nos encontramos en el parque casi por
casualidad. Nos vimos a la distancia y nos acercamos con pasos solemnes.
Juntamos nuestras extremidades y nos refugiamos en un bar cuando la tormenta se
desato.
Mi hoja y yo pedimos un café para compartir
y nos quedamos así: ella me miraba y yo la miraba a ella, pero no encontramos
nada para decirnos. Recordábamos viejas historias, algunas buenas y otras no
tanto.
En un arranque de pasión la sostuve por una
punta y recordé cuantas veces la había deseado. La tome con ternura. La lluvia
rompía en el cristal marcando una cadencia melancólica la tome por el centro y
la apreté con mi cuerpo. La saque a bailar y parecíamos una pareja de tango:
movimientos exactos, la llene de caricias y le susurre mil cuentos
Ella me tomo por el hombro y cubriéndome el
torso me marcaba una caricia propia del amor. A veces me cubría la cara y me obligaba
a pensar. Pero yo no quería pensar, yo quería sentir con todo mi ser.
La lluvia fue amainando así como nuestro
romance. Y la deje sola ahí en una mesa de bar.
Natalia Bolasell
19/2/2014
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